martes, 27 de mayo de 2008


Pedrito ha logrado convencer a su abuela.

Le ha costado. Le ha convencido de que el viernes hará el la comida. Con su ayuda. Pedrito tiene dos hermanas y un hermano. Ninguno ha intentado convencer a su abuela. En la casa de Pedrito todos ayudan, hasta el padre y sus hermanos: En las tareas del hogar. El abuelo muy poco. Casi nada. Nada.

Menos en la cocina, feudo inexpugnable de su abuela. No es tan común en Cuba el reparto de tareas. Pero es lo justo. Pedrito no es más que las hermanas por ser varón. Nunca ha sido así.

El viernes Pedrito quiere cocinar picadillo a la habanera, yuca con moho y ensalada. irá con la abuela a buscar lo necesario al agro. Y si no lo hubiese, preguntara a Marcela, la vecina de la cuadra más arriba para si sabe si ha entrado algo. El sabe que la abuela no se fía aun de su capacidad. Y será un reto para él. Pero no piensa, en ningún momento, ocupar el puesto de su abuela. El es feliz viendo a su abuela y escuchándola. Su abuela es feliz en la cocina.

Al abuelo lo ha acompañado desde siempre a los ministerios cuando ha tenido que resolver papeles de los vecinos. El abuelo tiene mucho conocimiento y ahorra trámites y dinero a sus vecinos. El abuelo cree, y está seguro, que el hombre no pinta nada en la cocina, ni debe hacerlo en la casa. Pero Pedrito le dice que está equivocado. Que por la misma forma de pensar las mujeres no deberían ir al ejercito ni trabajar fuera de sus casas. Y eso no es así. Entonces el abuelo calla, recordando a Celia y a Vilma. Y ese silencio es el reconocimiento para Pedrito de que lleva razón.

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