martes, 27 de mayo de 2008


Pedrito ha logrado convencer a su abuela.

Le ha costado. Le ha convencido de que el viernes hará el la comida. Con su ayuda. Pedrito tiene dos hermanas y un hermano. Ninguno ha intentado convencer a su abuela. En la casa de Pedrito todos ayudan, hasta el padre y sus hermanos: En las tareas del hogar. El abuelo muy poco. Casi nada. Nada.

Menos en la cocina, feudo inexpugnable de su abuela. No es tan común en Cuba el reparto de tareas. Pero es lo justo. Pedrito no es más que las hermanas por ser varón. Nunca ha sido así.

El viernes Pedrito quiere cocinar picadillo a la habanera, yuca con moho y ensalada. irá con la abuela a buscar lo necesario al agro. Y si no lo hubiese, preguntara a Marcela, la vecina de la cuadra más arriba para si sabe si ha entrado algo. El sabe que la abuela no se fía aun de su capacidad. Y será un reto para él. Pero no piensa, en ningún momento, ocupar el puesto de su abuela. El es feliz viendo a su abuela y escuchándola. Su abuela es feliz en la cocina.

Al abuelo lo ha acompañado desde siempre a los ministerios cuando ha tenido que resolver papeles de los vecinos. El abuelo tiene mucho conocimiento y ahorra trámites y dinero a sus vecinos. El abuelo cree, y está seguro, que el hombre no pinta nada en la cocina, ni debe hacerlo en la casa. Pero Pedrito le dice que está equivocado. Que por la misma forma de pensar las mujeres no deberían ir al ejercito ni trabajar fuera de sus casas. Y eso no es así. Entonces el abuelo calla, recordando a Celia y a Vilma. Y ese silencio es el reconocimiento para Pedrito de que lleva razón.

jueves, 22 de mayo de 2008

Antes de la manzana


Le gusta pasear. A Pedrito le gusta pasear. A cualquier hora. A veces, sólo a veces, cuando no puede dormir, antes del amanecer, se levanta, se asea un poco y sale a pasear. Cuando se acuerda, es decir casi nunca, lleva consigo una pluma y un papel. Siempre que no la lleva, la extraña y le entran ganas de escribir lo que piensa. Que para Pedrito es importante. Al menos en ese momento. Y pasear le abre el apetito mental. Cuando lleva la pluma, nunca escribe lo que piensa, pero se siente seguro. Durante un tiempo que salió a pasear temprano le dio por contar las casas que tenían la luz prendida. El sabía que no siempre que la luz esté encendida, la vida ha despertado en esa casa. Y tam bién sabe que muchas personas casi todo lo hacen a oscuras y no prenden la luz. Pero aún así, contaba.

Cuando pasea por las mañanas o por las tardes, sin rumbo, a Pedrito le gusta que haya mucha gente en la calle. Le gusta mirar. Sobre todo a las muchachas. Le alegra verlas venir. Y también pasear tras ellas. En alguna ocasión su rumbo lo ha marcado alguna muchacha que paseaba delante de él.

Pedrito cree que todos debemos observar un poco más y escuchar un poco más. Escuchar las imagenes.

Pedrito se siente feliz en su casa, pero paseando, rodeado de tanta gente, es como si aumentara su familia. Familia a la que no habla. Familia visual. Es una especie de contrato silente que Pedrito tiene. Por eso le gusta también La Habana.

martes, 20 de mayo de 2008

La rosa


Somos tan sensibles los dos. Por ser espirituales. Tam bién románticos. Posiblemente, en algunos casos, ser románticos, sea una desventaja. Por ser como casi gotas de agua, por ser parte del mismo alma. Por sentir tanto de lo mismo, necesitamos sentirnos libres y sentirnos en Paz espiritualmente.Libres para poder decidir si queremos compartir, sin ataduras, sólo las ataduras volátiles del Amor. Reconozco que deseo atarte a mí. .
El amor es duro, es entrega. Lo maravilloso es que también recompense, que llene. Tenemos encantos los dos. Lo sabemos. Y somos imperfectos. Pero también son hermosas, a veces, las imperfecciones.Que nuestras miradas vuelvan a buscarse eternamente.

No es necesrio que casi hablemos para sabernos. Para sabernos y hacernos felices. Para amarnos.Nos gusta tanto la libertad. No nos gustan las cárceles. Y tenemos una obligación , por nuestra condición: VIVIR EN LIBERTAD. EN LIBERTAD ESPIRITUAL.Solo el amor es duro.Pero sabemos el poder de los sueños, de los abrazos, de las caricias,de las manos y de las palabras, porque la vida entra en las palabras como el mar en un barco. Y así mismo el amor invade las palabras. El poder del mar y del cielo, del abanico del colores que produce el sol, al amanecer y al atardecer. Del poder de la sed y del hambre que provocan los cuerpos.Tengo sed y hambre de tí. Deseo viajar con las sonrisas y los besos.
Y quiero velar tus sueños.

viernes, 16 de mayo de 2008

El aguacero


Pedrito vive frente al malecón. Desde su balcón enfrenta al mar. Cuando llueve, Pedrito baja a la calle. Así se siente libre. Si hace viento mejor. Hubo un tiempo que cuando llovía mucho, mucho, y el viento rugía, Pedrito se montaba en una guagua como si no supiera, ni quisiera saber hacia donde iba. Pedrito se concentraba y se sentía fuerte y mágico. Pensaba y creía que lo que él pensaba era exclusivo. Un día de esos, Pedrito vio a una niña casi de su edad bailar bajo el aguacero. Sola. Transmitía tanta felicidad y armonía.. Pedrito bajó de la guagua. Y se quedó parado, a unos metros de ella, observándola absorto, atónito, pasmado. Admirado y totalmente contemplativo, como quien ve una obra de arte. Para Pedrito era eso. Una fascinante obra de arte. La niña tenía rasgos indios, trigeña. Vestía totalmente de blanco. Se acercó a Pedrito y le cogió de las manos y haló de él. Dando vueltas, haciendo un corro entre los dos. Pedrito sentía la energía. Ninguno de los dos hablaban. Sólo daban vueltas sobre si mismos, unidos por las manos.

Cada vez que llueve , Pedrito se acuerda de esa niña. No la ha vuelto a ver.

jueves, 15 de mayo de 2008

El Molinillo


En la casa de Pedrito había tres reliquias que el ansiaba poseer algun día: Una caja de botones de todos los colores, una caja de fotografías y un molinillo de café. Pedrito creía que los objetos estaban poseídos por los espiritus que los usaron. Así lo entendía después de todos los cuentos que su abuela le había transmitido, la mayoria a escondidas de sus padres. y tam bién así se cumplía la tradición familiar. Pedrito cada cierto tiempo, con mucho sigilo, cogía, como si de un ritual se tratase, la caja de botones y los derramaba sobre la mesa de su habitación. Sabía cuales pertenecían a sus bisabuelos, y a los antepasados de estos. Había dos que pertenecieron a n combatiente mambí. Uno de ellos desgastado y con una mella. Recordaba las historias que su abuela le había contado de casi todos aquellos botones. Pedrito hablaba a los botones. Y sentía la presencia de quienes los poseyeron. Con las fotografías era algo parecido. La caja contenía fotografías de la familia, excepto una cuantas, de amigos de la familia. Había una fotofrafía de una niña cubana, la hija de un amigo de su abuelo. Pero no parecía cubana. Pedrito se preguntaba su origen. No había fotografías de sus padres, a los que no conocía, ni de sus abuelos. Sólo esa. la niña ya sería una mujer. Una vez preguntó por ella y su abuela le dijo que ya no vivía en Cuba. Lo dijo en tono muy bajo, como si ausentarse de su país hubiese molestado a sus allegados. La abuela, con sus gestos, y medios silencios, era una confidente para Pedrito. Su cómplice. El molinillo de café no lo cogía. Lo respetaba demasiado.

La solapa


Pedrito es un niño. Un niño cubano. El se cree feliz. Y seguramente lo será. c Casi todos los niños sonríen. Pedrito también.La familia ha sido, y es, fundamental en la vida de Pedrito. Su padre desde los seis años le pregunta sin avisar cualquier operación de cálculo mental, por ejemplo 6x4-10+7, y raudo y veloz Pedrito contesta 21. El padre es maestro. Es de los pocos que su vocación es mayor que su desesperanza y desulisión. Daba clases de apoyo gratuitas a los niños de la cuadra, ahora las sigue dando, pero a los del reparto. El no quire cobrar por las clases, pero los padres de los alumnos son generosos, y cuando no es algo de res, es un poco de queso lo que le llevan. No todos, los menos, porque existe necesidad en muchas familias.Pedrito aprendió de su abuelo desde temprana edad quien era José Martí y algunos poemas y cuentos suyos. También sabe quien era Carlos Manuel Céspedes, Antonio Maceo y Grajales y Máximo Gómez. Y también, por supuesto, Juan Antonio Mella. El abuelo de Pedrito es amigo de Machado Vantura y de Raúl. De hecho Pedrito, que ahora va a cumplir once años, recuerda, que una vez Raúl vino a la casa. Fidel nunca vino. Pedrito ha escuchado en su casa que Raúl es más familiar que Fidel. La madre de Pedrito tam bién trabaja. Es doctora en un policlínico. Siempre han vivido en la misma casa. La abuela siempre en la cocina. De ella conoce los olores de los frijoles criollos, el ajiaco, el higado con mucho aji, tamal en cazuela... y a la abuela le debe las historias antiguas de la familia, casi todas de la época colonial. Y los cuentos fantásticos afrocubanos. Pedrito escucha en la mesa que muchos amigos de su papá se han ido de Cuba, otros están en misiones en el extranjero. Pedrito, incluso, tiene un amigo, Julito, en España, que se fue con su madre y su hermana Tamarita a España cuando su mamá se casó con Miguel el gallego. Miguel tiene una niñita, Marina, que una vez estuvo en Cuba, y parecia cubana. Pedrito es feliz en Cuba. Es un niño que sonríe. El desconoce casi todo lo que pasa en el exterior de Cuba. De ello casi no se habla en su casa. No sabe que los niños de su edad no pueden jugar en la calle como él. No sabe que muchos niños se aburren y lo tienen casi todo. No sabe, pero sonríe. Pedrito ha visto a Fidel en la televisión hace unos meses. En una entrevista con un tipo que sale en la mesa redonda. Y vió como Fidel no podía recordar como se llama la prolongación lateral de la cubierta o camisa de un libro, que se dobla hacia adentro y en la que se imprimen algunas advertencias o anuncios. Y el periodista actuaba como si tampoco lo supiera. "Solapa, Fidel, solapa. Se llama solapa", pensaba con fuerza Pedrito. Ese mismo día Pedrito le dijo a su abuelo: "abuelo, abuelo, he visto a Fidel. Creo que está enfermo. No se acuerda de las palabras. Hasta yo sé lo que es una solapa de un libro". El abuelo no dijo nada. Pasó la mano por la cabeza de Pedrito dos o tres veces. Y lo besó. Llamó por teléfono y salió de la casa. Desde entonces, Pedrito no ha visto más a Fidel en televisión. Ni Raúl ha vuelto por su casa.