miércoles, 9 de julio de 2008

La imagen


No es necesario que me cuentes nada. No es necesario que yo sepa nada. Nadie es santo en La Habana. Le decía Pedrito a su novia. Pedrito le acariciaba el rostro y le pasaba la mano desde la frente hacia atrás. Y la abrazaba. Deseo que sepas, contestaba ella. No, no, insistía Pedrito. Y la besaba. Convirtiendo su rostro en un mar de besos. Y la abrazaba.
No obstante, en algunas ocasiones, Pedrito había recibido imágenes del pasado de su novia. Pedrito sabía que esas imágenes no le pertenecían. Que las recibía de forma espontánea sin poder evitarlo. Y estaba seguro de que a ella le pasaba lo mismo. Como si fuesen almas gemelas. Eran almas gemelas. Pedrito seguía acariciando y besando a su novia. Con los ojos cerrados. Los dos volaban y viajaban por el mundo de los sentidos. Se besaban y tocaban. Excitados y sudorosos se amaban recorriéndose los cuerpos. Pedrito bebía de su novia. Y ella saciaba su sed. Se entregaban no siempre en silencio. Ni ellos recuerdan las palabras que dijeron.
Después la Paz. Se dieron la Paz. Y viajaron de nuevo abrazados.
Al despertar Pedrito y su novia volvieron a amarse.

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