martes, 17 de junio de 2008

La barquita


Pedrito ya tiene una novia. Se ven casi todos los días. El la recogía cuando ella sale, cada dos días, del trabajo. Trabaja para el estado. Eso es casi general en Cuba. Pedrito es maestro. Como su padre. De los pocos que trabajan actualmente con vocación. Ahora Pedrito no puede recoger a su novia. Ella está en el extranjero haciendo un curso de perfeccionamiento. A Pedrito le gusta casi todo de su novia. Hasta lo que no le gusta, le gusta a Pedrito. Le gusta su nombre. Le gusta donde vive, en Centro Habana, donde la vida tiene un pulso y un ritmo diferente. Le gusta su familia. Pero sobre todo le gusta ella. Le gusta amarla. Y volver a amarla. Y cuando besa a su novia, siente gusto. Y se arrebata.
Acaba de hablar por telefóno con ella y le ha escrito un correo:
"tengo que decir que quede tan excitada de hablar contigo, que hice el amor contigo maravillosamente exquisito.Lo sentiste ¿Te gustó?Cuando terminé, mordia suavemente una frutabomba, imaginé que eran tus labios,los saboreaba con deseos de loba,si no viro pronto creo que me volveré loca,la verdad que estoy enamorada de cada pedacito tuyo.Te recuerdo que no somos perfectos,pero que magia me envuelve que me hace vivir entre el delirio y la locura.Recordé cada instante,en la azotea ,en la casa,y te dije:esta vez no te me escapas en el morro.No es sólo sexo,eso ya lo conocí y no me excitaba de esta manera.Se que hay una fuerza mayor que nos une."

Ahora la ausencia de su amada le produce ahogo ahí dentro. Y siente que el amor ahoga. En Cuba, que es el país que conoce Pedrito los hombres no suelen ser fieles antes las ausencias. Ni muchas veces ante las presencias. Las mujeres tampoco, imagina Pedrito. El quiere ser fiel. Y demostrarse que la ausencia también es amor. El sabe que cada persona tiene un pasado y que en La Habana nadie es un santo.

Pedrito suele pasear por el Malecón. Y a veces va a El Morro y siente que es un marinero en tierra estando viendo la mar. Pedrito lee a Rafael Alberti. El sabe que su hija Aitiana vive en La Habana.


VEN
Ven, mi amor, en la tarde de Anieney

siéntate conmigo a ver el viento.

Aunque no estés, mi solo pensamiento

es ver contigo el viento que va y viene.


Tú no te vas, porque mi amor te tiene.

Yo no me iré, pues junto a ti me siento

más vida de mi sangre, más tu aliento,

más luz del corazón que me sostiene.


Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.

Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,

aún yéndote, mi amor, jamás te irías.


Es tuya mi canción, en ella estoy.

Y en ese viento que va y viene voy,

y en ese viento siempre me verías.


Es sólo una semana de ausencia. De ausencia y de amor hacia adentro. Todo lo que siente Pedrito está sembrándose para que la mujer a la que ama lo recoja.

4 comentarios:

Sintagma in Blue dijo...

Qué buenos recuerdos La Habana!!

Ziryab dijo...

Recuerdo que me dijiste algo sobre la decadencia de la ciudad.Sobre su belleza.
Y es cierto.

Sintagma in Blue dijo...

¿Nos conocemos?

Ziryab dijo...

Lo siento, creía que sabías.
Personalmente, no. No nos conocemos.
Siempre recordaré que Nueva York tiene olor a vainilla. Un olor que casi dura cinco años.

Antonakis